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Cuba debe rechazar el capitalismo y buscar desde dentro soluciones para el desarrollo

Por: Milford BatemanJonathan Glennie
En este artículo: CapitalismoCubaEconomíaSocialismo
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Foto: Roberto Garaicoa Martínez/ Cubadebate.

Foto: Roberto Garaicoa Martínez/ Cubadebate.

Cuba está intentando una reforma económica seria, influida en parte por la promesa de que el calamitoso embargo estadounidense sea levantado. Los logros sociales de Cuba son la envidia de los países del sur, en particular, su sistema de salud estatal, pero en el frente económico hay menos que resaltar.

La planificación central nunca ha funcionado, y ciertamente no lo hizo en Cuba. Pero el libre mercado tampoco ha funcionado muy bien.

El neoliberalismo, el modelo capitalista dominante desde principios de los años ochenta, está ahora en profunda crisis. Las payasadas en Wall Street son sólo el ejemplo más obvio de un modelo en caída libre, creando una crisis financiera y dejando a la economía global en un territorio muy peligroso.

¿Por qué los cubanos saltarían de la sartén de la planificación central hacia el fuego de un modelo de un capitalismo que impone niveles estratosféricos de desigualdad y privación, y que ha tenido que depender de una acumulación masiva de deuda (152 billones de dólares) simplemente para seguir funcionando?

Los cubanos conocen la transición de la planificación central al capitalismo que tuvo lugar en Europa del Este en la década de los noventa bajo la supuesta orientación experta de la élite de formulación de políticas que operaba desde el Banco Mundial, el FMI y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. Muchos europeos del este esperaban llegar a ser tan ricos como sus vecinos occidentales; otros habrían estado contentos con una sólida mejora global en los niveles de vida. Sin embargo, para todos, menos el infame 1%, ninguno de los dos escenarios se hizo realidad. Con el desempleo en niveles de depresión (especialmente para los jóvenes), la pobreza endémica en muchas comunidades y una extendida dislocación social (debido al aumento de la migración), la transición ha resultado ser otro experimento desastroso en la economía de libre mercado.

Cuba necesita aprender rápidamente lo que estos otros países aprendieron a su costo – que las instituciones son importantes. En lugar de hundirse en el caldero de las fuerzas del libre mercado, el gobierno cubano necesita construir el sólido marco institucional que se ha denominado “el estado de desarrollo”.

La historia muestra que muchos países que se han vuelto ricos -los estados europeos, los Estados Unidos, Japón y las otras economías “milagrosas” de Asia oriental que surgieron a partir de los años 50- tuvieron éxito porque el estado estaba muy involucrado en toda la política y planificación macro y microeconómica, y dedicado a la mejora de la vida de sus ciudadanos.

Como argumenta el economista Ha-Joon Chang, experto en temas del desarrollo, ningún estado ha tenido éxito en la reducción de la pobreza y la desigualdad sin ser activamente desarrollista, o sea, sin involucrarse.

El Estado no necesita planificar todo, pero sin duda debe intentar impulsar el desarrollo mediante el apoyo estratégico e inversiones cuidadosas en áreas clave como la tecnología, las finanzas, la innovación, la educación y la infraestructura empresarial.

La propiedad pública de muchas de las empresas más grandes seguirá siendo imprescindible para Cuba si se quiere asegurar que se realicen el tipo y el nivel adecuado de inversiones estratégicas y evitar el despojo de activos. Los mayores ingresos de las más innovadoras de estas empresas estatales podrían respaldar la rápida expansión de las instituciones clave que Cuba necesita para avanzar más a lo largo de la frontera tecnológica y crear los muy necesitados empleos profesionales.

El sector biotecnológico de nivel mundial de Cuba , creado después de muchos años de paciente inversión, es un candidato obvio para tomar la iniciativa en este sentido. Al igual que en Chile la minera estatal de cobre Codelco, este sector biotecnológico debe ser usado para apoyar el desarrollo más amplio de la economía cubana, en lugar de ser vendido a bajo precio a las compañías farmacéuticas estadounidenses y europeos.

Se requerirán bancos de desarrollo y una variedad de instituciones financieras locales. A pesar de la reciente agitación, los brasileños han conseguido un montón con su propio banco estatal de desarrollo, BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social), y sus muchas operaciones subsidiarias. En China, las redes de cooperativas de crédito rural hicieron mucho para apoyar a las empresas municipales y locales, la raíz del milagro económico del país.

El gobierno cubano debería resistirse a las llamadas recalcitrantes para desplegar el modelo de microcrédito como parte importante de su estrategia de transición. Las microfinanzas no han tenido éxito en la generación de una trayectoria de desarrollo sostenible, “de abajo hacia arriba” en ninguna parte del mundo (y para obtener lecciones claras solo hay que mirar el desastre que ha tenido lugar en Bosnia y Herzegovina ).

La buena noticia es que en los últimos años Cuba ha encontrado una estructura organizacional mucho mejor para asegurar niveles de vida crecientes, manteniendo el énfasis en la justicia social y la solidaridad: el modelo cooperativo . Formas pioneras de cooperativas agrícolas han estado haciendo incursiones importantes en Cuba, contribuyendo a elevar la productividad y la producción.

El gobierno cubano está comenzando a convertir las pequeñas y medianas empresas estatales en verdaderas cooperativas de trabajadores. El acomodar los activos estatales en propiedad de cooperativas que involucra a los empleados actuales, en lugar de ponerlos en manos de una élite estrecha a través de una privatización más tradicional al estilo de Europa del Este, tiene mucho sentido. Se mantendrá la solidaridad, las habilidades y el conocimiento, mientras que la especulación y la eliminación de activos es mantenida a un mínimo.

Las decisiones de Cuba en los próximos años no sólo determinarán su propia historia y su éxito económico, sino que también repercutirán en el sur global, donde muchos países en desarrollo se encuentran en una situación económica similar y buscan una salida que equilibre la eficiencia económica con la dignidad, la igualdad y la justicia social.

(Traducción de Juan Fernández Alfonso para La pupila insomne. Texto original en The Guardian)


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