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Al estudio del cultivo de la caña de azúcar dedicó buena parte de su obra el sabio cubano. Foto: Juvenal Balán

Figura prominente de nuestro país en el siglo XIX, la obra del sabio Álvaro Reynoso Valdés merece ser conocida en toda su dimensión por las nuevas generaciones de profesionales y técnicos vinculados a la investigación.

Nacido en el poblado de Alquízar el 4 de noviembre de 1829 (hace 190 años), Reynoso inició los estudios de Medicina en la Universidad de La Habana, pero pronto su padre lo envió para Francia, con la finalidad de que los continuara allí.

Al ingresar en la Universidad de París, matricula de manera simultánea las carreras de Química y Medicina. Finalmente, y como parte de su ya concluyente vocación profesional, decidió terminar solo la primera de las disciplinas mencionadas, obteniendo en 1856 el título de Doctor en Ciencias en esa rama.

Durante su etapa estudiantil en la capital gala, Álvaro Reynoso realizó diferentes investigaciones en química fisiológica humana. Una de las más llamativas es la referida a la presencia de azúcar en la orina humana, de ahí que algunos especialistas lo ubiquen como el primer cubano en analizar científicamente la enfermedad de la diabetes mellitus.

Figura, asimismo, el análisis que hiciera sobre la existencia de sangre en la orina de personas sometidas a la inhalación de medicamentos anestésicos. Lo anterior le valió ganar en 1854 el premio del concurso de Medicina y Cirugía, de la Academia de Ciencia de París.

Pese a ser nombrado profesor de la Universidad Central de Madrid, por asuntos familiares y tras 11 años de ausencia, retornó a su tierra natal en 1858. 

Álvaro Reynoso. Dibujo: Revista Bohemia

PRECURSOR DE LA AGRICULTURA CIENTÍFICA

En 1859 fue designado director del Instituto de Investigaciones Químicas de La Habana, hecho que marcó el inicio de la más fecunda etapa de su labor investigativa en el campo de la agricultura, donde resaltan los estudios relacionados con la caña de azúcar.

Junto con dotar de equipamiento tecnológico moderno a esa entidad (importó desde Francia para instalar allí el primer espectrómetro que hubo en Cuba), Álvaro Reynoso concibió un sistema integral de medidas agrotécnicas destinadas a garantizar el cultivo intensivo de la caña de azúcar, basado en el conocimiento de las condiciones físicas y químicas de los suelos y de la propia planta, la selección de nuevas variedades, el empleo de fertilizantes y la irrigación del terreno.

Tal esquema pretendía reducir las áreas dedicadas a la gramínea, a fin de favorecer la diversificación agrícola y eliminar gradualmente la presencia de la mano de obra esclava en esa actividad, al requerirse menos brazos para el corte.

Aunque dichas acciones fueron implementadas de forma satisfactoria en la isla de Java, sitio perteneciente hoy a Indonesia y en el cual la caña constituía un renglón productivo clave, en nuestro país las condiciones socioeconómicas prevalecientes impidieron que se pudieran tomar en cuenta hasta mucho tiempo después.

Como expresa el fallecido doctor Pedro Marino Pruna en la monografía Historia de la Ciencia y la Tecnología en Cuba, en 1862 Reynoso publicó su célebre obra titulada Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, texto que además de abordar de forma analítica toda la problemática vinculada a ese fundamental sector de la economía cubana en la segunda mitad del siglo xix, contenía una serie de recomendaciones para perfeccionar su desempeño, fundamentadas en una concepción científica.

Más allá de su particular talento para la química y las investigaciones agronómicas (con justeza es considerado el precursor de la agricultura científica en Cuba), el sabio cubano despuntó también por sus apreciables dotes de innovador.

Entre los inventos más ingeniosos que hizo resalta la creación de una novedosa máquina capaz de extraer el doble de jugo de caña que el obtenido en los molinos de los ingenios, concebida tras su regreso a Francia en 1864.

De la misma se construyó un prototipo comercial que fue mostrado en la Exposición Universal de París, acaecida en 1878. Allí recibió medalla de plata y fue adquirida para utilizarse en la ya referida isla de Java.

Igualmente, durante su segunda estancia de 19 años en Francia concibió un proceso encaminado a conservar carnes en cámaras de gas a presión, e incursionó en otras líneas investigativas relacionadas con preparaciones farmacéuticas.

Socio de Número de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, y Académico Fundador y de Mérito de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, Álvaro Reynoso fue acogido de igual forma como Miembro Correspondiente de varias instituciones académicas foráneas, entre ellas la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, y las academias de Baviera y Göttingen.

Radicado definitivamente en su patria a partir de 1883, el prominente científico pasó los últimos años de su vida realizando por su cuenta nuevas investigaciones experimentales en caña de azúcar, café, cacao, algodón y tabaco, sin apoyo alguno de las autoridades coloniales españolas y sufriendo que lo invalidaran para trabajar en una estación agronómica estatal, por el hecho de no ser graduado de esa especialidad.

Hundido en la mayor pobreza y abandono, Reynoso falleció en La Habana el 11 de agosto de 1888. Sus significativos aportes en disímiles campos del saber lo ubican entre las glorias de la ciencia cubana de todas las épocas.


Finca Ecológica, de Producción y Recreo, en P. del Rio, Cuba